En 50 años

En 50 años nos encontraremos más extraños y ajenos. En algún lugar de la inmensa ciudad. Me casé veinte veces dirás. Me divorcié más de dos aseveraré. Escudriñaremos entre dientes y arrugas. Invocando al fantasma de las caricias invisibles y las huellas dactilares rasposas. Buscando caricias como buscando ofertas en el bazar de antigüedades. Borrando la piel fresca de los jóvenes (entonces) amantes. Con los pasos pesados y el corazón quemado nos despediremos de la desesperanza y de la vida misma. No sin antes tatuar en nuestras corneas: no existe peor lamentación que anhelar aquello que pudo ser.